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sábado, 27 de febrero de 2010

Muerte de OZT Un Alto Costo Político para el Totalitarismo de Raúl Castro.

Crimen racial

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El deceso del preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo, luego de una dramática huelga de hambre de 81 días, es un crimen premeditado del
régimen castrista. La víctima no pedía más que condiciones de prisión
acordes con los protocolos internacionales firmados por el gobierno de
La Habana. Ninguna de las exigencias de este mártir por los derechos
civiles y la libertad de expression era imposible de satisfacer y el
gobierno cubano no perdía nada, más bien ganaba, en caso de otorgarlas.

Los que a conciencia dejaron morir a este cubano, son los mismos que -bajo la dictadura que antes combatieron- reclamaron y disfrutaron de más que
aceptables condiciones de prisión, a pesar del carácter violento de sus
actividades; los mismos que, al mando de la dictadura actual, dejan
morir a un luchador pacífico que reclamaba condiciones de
encarcelamiento que ni siquiera se acercaban a las que en su momento
disfrutaron sus actuales verdugos. Para actuar de modo tan despiadado
se precisa una gran desintegración moral, e intensas reservas de maldad
y cobardía. Otro asunto son los motivos de semejante saña.

A partir del Maleconazo (1994), la primera protesta masiva y popular contra el régimen, donde la mayoría de los participantes eran negros y
mestizos, la represión adoptó un carácter particular hacia los negros,
algo que Fidel Castro confesó en el 2003, cuando justificó el
fusilamiento expeditivo de dos cubanos negros -que intentaron robarse
una embarcación para huir del país- no por la dimensión y el etiquetaje
jurídico del delito, sino por la necesidad de dar un escarmiento.

Algo así como la sicología de la élite gobernante y la soldadesca de 1912 cuando decidieron cometer un genocidio contra la población negra por la
sublevación de los Independientes de Color. Ahora, por idénticas
motivaciones, dejan morir a un cubano del mismo grupo social. Sí, es un
mensaje a la disidencia en general, y a los negros en particular, cuyo
activismo social y politico se hace cada día más intenso.

Es cierto que el régimen cubano es despiadado en el trato de sus presos políticos, pero también es cierto que a veces escucha: según quien sea,
según por quien se abogue. Pudo escuchar a personalidades políticas
europeas y liberar -con reticencias- a alguien como el poeta Raúl
Rivero, de la misma causa de este otro compatriota ahora fallecido.

Pero se desentiende cuando personalidades como Abdias Nascimento y prestigiosos intelectuales afroamericanos y caribeños piden la libertad
de alguien como el Dr. Darsi Ferrer, o cuando el clamor de abajo y de
otras latitudes apoya los reclamos en favor de Orlando Zapata o del Dr.
Oscar Elías Bisset, por citar otro ejemplo.

La vida de un negro siempre ha tenido para el poder cubano -para cualquier poder- un valor si acaso relativo. Está dispuesto a dejarlos morir a
pesar del escándalo. Era el fin que tenían preparado para el Dr.
Ferrer, para Guillermo Fariñas. Son balas que se ahorran por si un día
tienen que eliminar masas de descontentos de manera menos sofisticada.

Por los mismos motivos ya es hora de que en esta lucha los negros inviertan para darle más valor a sus vidas. No es conveniente asumir la premisa
del poder colonial -cuando las “piezas de ébano” eran baratas- que
consideraba la vida de los negros como algo prescindible.

La Cuba de ultramar también debería revisar ciertas actitudes al respecto. Tan presta está la propaganda cuando un luchador negro se sacrifica por
los derechos de todos como a veces sorda, indiferente o reticente
cuando se señalan las injusticias particulares de ayer y de hoy contra
su grupo social. Algo que no ocurre si se trata de las razones de otros
grupos, como las mujeres o los campesinos. Es que el tema de los
derechos de los negros como grupo discriminado también se considera tan
prescindible como la vida de los negros en tanto que individuos.

Orlando Zapata Tamayo pasa a ser un número que se adiciona a la larga lista de crímenes del actual régimen, pero con el detalle de que este, como los
fusilamientos del 2003, es un crimen racial. Un mártir más, un votante
menos, un parlamentario menos, un empresario o un líder sindical menos.
Ese es el juego: Abdias de Nascimiento se lo advirtió al Dr. Darsi
Ferrer para que suspendiera su huelga de hambre, menos mal que fue
escuchado.

Esperemos que las razones de Orlando Zapata pesen mañana más que las de nuestros abuelos, traicionados por la misma república que ayudaron a crear
siendo la columna vertebral de las guerras por la independencia.

No pudieron descansar en paz. Hagamos que mañana este mártir de hoy descanse en paz cuando se sume a todos con equidad en lugar de
restarlos a culatazos, a huelgas de hambre como último recurso, a la
infame tortura de la sed.

Enrique Patterson

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