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jueves, 22 de julio de 2010

CUBA: PARA QUE SE ENTERE LA HABANA (VIII)

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

¿POR DÓNDE ANDAN LOS HÉROES?

Del infierno cubano a la CulleraP libre

El médico y periodista José Luis García Paneque vivirá junto a cinco familiares en el centro de refugiados

 12:26  
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José Luis García Paneque, preso cubano liberado, toca la arena de la playa de Cullera, ciudad a la que ayer llegó desde Madrid para recalar en su centro temporal de refugiados.
José Luis García Paneque, preso cubano liberado, toca la arena de la playa de Cullera, ciudad a la que ayer llegó desde Madrid para recalar en su centro temporal de refugiados. manuel molines

El ex preso cubano José Luis García Paneque, de 44 años, llegó ayer al centro de refugiados de Cullera junto con cinco familiares. Médico de profesión y periodista reconvertido, Paneque fue encarcelado en 2003. Tras pasar siete años y cuatro meses en nueve prisiones distintas de Cuba, ahora empieza a saborear la libertad. Afirma que quiere rehacer su vida en la Comunitat Valenciana. Y seguir luchando desde el exilio por una Cuba libre.

PACO CERDÀ
CULLERA
La endeblez física de José Luis García Paneque contrasta con la fuerza de su discurso y su mirada llena de aplomo. Sólo pesa 48 kilos —cuando entró en la cárcel pesaba 86— y su aspecto es poco saludable. Ésa es la secuela, la cicatriz física, del infierno cubano que ahora lucha por dejar atrás. Llegó a Madrid el martes de la semana pasada con el primer grupo de disidentes liberados por el Gobierno cubano. Ayer por la tarde, tras una semana de incertidumbres, llegó en tren al centro de acogida temporal de refugiados de Cullera junto con sus padres José y Moralinda, su hermana Damaris, su cuñado Edgar y su sobrinita Keily, de 33 días.


Aunque médico de profesión, Paneque se lanzó al periodismo alternativo en 1996. No extraña así que al poco de empezar la entrevista le dé al periodista un titular: «El impacto más grande ha sido venir del infierno a la libertad», afirma. Pero no se trata de recopilar titulares, sino de escuchar su historia, que comienza el 18 de marzo de 2003. «Ese día —cuenta de un tirón— fui detenido en mi casa y, alrededor de las once de la noche, me tiraron en el calabozo de una unidad de instrucción. El 3 de abril, en un juicio sumarísimo, era condenado a 24 años de prisión. Al día siguiente me entregaban la sentencia. Y un día después, el 5 de abril, entré en la Prisión Provincial El Típico de las Tunas, el penal de máxima seguridad de toda Cuba oriental». Ahí comenzaba el «infierno» cubano de García Paneque. 


«Nada más llegar a El Típico de las Tunas —cuenta—, se me informó de que iba a permanecer en régimen de solitaria, el método de castigo más cruel e infrahumano que pueda dársele a una persona. Así permanecí durante dos años: en una celda de algo más de tres metros cuadrados, con rejas delante y muro detrás. Una camita, un sanitario, un lavamanos y un tubo de agua que colgaba del techo. Nada más. Sólo podía salir una hora a tomar el sol. Pero en solitario. Las visitas familiares, sólo dos horas cada tres meses. Los encuentros conyugales, una vez cada cinco meses. Y una llamada telefónica al mes. Así era el encierro en solitario: un método en el que no hace falta tocarte para destruirte física y psicológicamente».

«Aquí veo a las personas distintas»


Siempre alejado de su familia, García Paneque pasó por nueve prisiones de cinco provincias cubanas en los siete años y cuatro meses del cautiverio que desgrana sentado en un parque de Cullera. Mientras, observa a los niños jugar y a los adultos leer y conversar. Todo lo mira de una forma especial. ¿Por qué? «Aquí veo a las personas distintas. En Cuba están pensando en cómo conseguirán el sustento de hoy o en qué pasará mañana. Aquí no se ve a la gente así», responde. Enseguida lanza otra confesión. De colega a colega, dice que le parece «súper extraño» hablar con un periodista de forma tan abierta, porque «el miedo en Cuba es algo crónico». Pero él decidió combatirlo. Trabajó para los medios alternativos Cuba Free Press, la Agencia de Prensa Libertad, Cubanet y Nueva Prensa Cubana. Hasta que fue encarcelado.


Ahora ha llegado a «Culleras», como dice él. No se acostumbra al nombre. Tampoco se habitúa por completo a la libertad hallada. «Nunca me imaginé que algo así podía existir. Es cierto que lo había leído, que lo había visto por televisión. Pero al vivirlo directamente, he visto que esto es mucho más de lo que podía imaginar».

Cullera, una elección personal


José Luis García Paneque explica que no ha venido a Cullera por casualidad. «Aquí en Valencia hay una comunidad pujante de cubanos. Al poco de llegar a España, contactaron conmigo y me propusieron la posibilidad de venir a Cullera. Lo hablé con CEAR [la Comisión Española de Ayuda al Refugiado] y ellos accedieron a ubicarme en esta bella ciudad que, como tú me dices, está llena de montañas, playa, aire y mucha luz», cuenta con media sonrisa en la boca. Su futuro, afirma, está en la Comunitat Valenciana. «Pretendo estar cerca de donde me han ubicado. Pienso pedirle al pueblo español que inicialmente me enseñe a cómo ganarme el sustento de mi familia. Ser autónomo y contribuir a la sociedad española. Como médico, ojalá. Pero no pretendo ser una carga ni para el Gobierno ni para el pueblo español», añade García Paneque.

«Seguiré en la lucha política»


¿Y qué pasará con su batalla política? «Seguiré en la lucha a favor de mi país —responde sin dudar—. Desde la asociación de cubanos en Valencia, podemos trabajar por el cambio. Porque si en Cuba no hay cambios estructurales, no habrá cambios políticos ni sociales ni, menos todavía, económicos. Pero sin el apoyo del mundo nos va a ser imposible acabar con el caudillismo y conseguir la democracia para el pueblo cubano», reclama.


Pero ahora, su mente está en Estados Unidos —donde todavía están exiliados su esposa y sus cuatro hijos— y en lo que vaya a sucederle en su nueva tierra, bañada por un mar desconocido. «¡El Mediterráneo! ¡Quién me iba a decir a mí que acabaría en el Mediterráneo!», exclama Paneque poco antes de tocar la arena y el agua salada de Cullera como quien acaricia un tesoro. Como si para él simbolizara el tesoro más ansiado: la libertad.


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