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sábado, 30 de octubre de 2010

CUBA: ¿Quiénes son los deudores?

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

¿Quiénes son los deudores?

Se desvanece. Fotografía de Orlando Luis

Se desvanece. Fotografía de Orlando Luis

Una fuente que no estoy autorizada a citar me asegura que el 30 de octubre de 2010 se retirará a la agencia SEPSA el privilegio en virtud del cual los custodios “azules” –así llamados por el color de su uniforme– venían cobrando un “estímulo” de 48 CUC mensuales (1152 pesos en la mal llamada “moneda nacional”), cantidad que han venido percibiendo desde que les suprimieran  hace unos años otras prerrogativas, como la entrega periódica de efectos de aseo y de alimentos. Como consecuencia de este nuevo recorte que eliminará el único elemento atractivo de la ocupación, muchos de esos uniformados, que trabajan como custodios en los Bancos y en las Casas de Cambio (CADECA), han comenzado a buscar otros horizontes como destino laboral, en un momento en que acceder a un puesto de trabajo en Cuba es igual o más difícil que comerse un pedazo de carne de res (que ya es mucho decir).

A pesar de que la ola de despidos no ha alcanzado la categoría de tsunami que tendrá entre el primer trimestre del año próximo y el 2012 –cuando se completaría el total de aproximadamente 1 millón 200 mil desempleados que, se dice, habrá en toda la Isla–, el descontento social es palpable. Incertidumbre, irritación  y un discreto, pero sostenido aumento del índice delictivo, son las notas que marcan la Cuba de hoy. Por otra parte, parece existir una especie de consenso popular en cuanto a no solicitar licencias para el ejercicio de trabajos por cuenta propia (paliativo que pretende aplicar el gobierno como alternativa a una crisis de la oferta laboral inédita para el proceso revolucionario) debido a lo excesivo de los impuestos, a la inexistencia de un mercado mayorista proveedor, a la inestabilidad crónica de los abastecimientos y los altos precios del mercado minorista, a la incertidumbre sobre el futuro económico y –de manera particular– a la ausencia de un marco legal de garantías para los inversores, entre otras causas. La experiencia de aquellos que en los años 90 sufrieron infinidad de presiones oficiales y sistemáticas extorsiones por parte del cuerpo de inspectores estatales encargados de “controlar” la calidad de los servicios y la “legalidad y pureza” de los trabajadores por cuenta propia, desestimula el interés de la gente en arriesgar sus fondos –generalmente exiguos o muy limitados– en un lance tan incierto y donde el que invierte el capital es el elemento más indefenso del sistema: el cubano común.

La empleada de una oficina pública se quejaba en días pasados por la reciente pérdida del trabajo de su esposo y aseguraba que, por esa causa, dejaría de pagar el refrigerador chino que les habían entregado a cambio del viejo equipo ruso que tenían en casa, cuando poco más de tres o cuatro años atrás en el sultanato tropical se tomó la excéntrica decisión de imitar aquella vieja historia de Las mil y una noches árabes en la que se cambiaban lámparas viejas por nuevas, aunque con un sentido más práctico en el caso árabe. “No puedo darme el lujo de descontar ni un centavo de mi salario” –se lamentaba  la mujer– ; y añadió: “Si me lo empiezan a descontar a mí, dejo yo también de trabajar y ese mismo refrigerador me servirá para la venta de durofrío”.

Lo que trae a colación otro pequeño detalle, olvidado por todos en medio del oleaje de esta tempestad: hasta hace relativamente poco tiempo la prensa cubana publicaba con cierta periodicidad articulillos acerca de la enorme deuda de la población con el Estado debido a los atrasos en los pagos de los artículos electrodomésticos –principalmente refrigeradores chinos de bajo costo, en sustitución de los viejos equipos norteamericanos de antes de 1959, y de los soviéticos de los años 70 y 80– que fueron distribuidos masivamente al calor de la llamada “revolución energética”  por idea de… Bueno, todos sabemos a quién se le podría ocurrir tamaña idea. En fin, que los periódicos divulgaban gráficos que reflejaban la marcha de dichos pagos, por provincias y por municipios, e incluso, la evolución en el cumplimiento de tales débitos se erigió en uno de los indicadores a tener en cuenta a la hora de otorgar a las provincias la condición de “vanguardia” o “destacada” en la emulación por la sede del acto central por el 26 de julio.

Por algunos meses el tema de los impagos fue recurrente en la TV y en la prensa plana, que exhortaban a la población a amortizar aquello que “con tanto esfuerzo y sacrificio había adquirido el Estado en aras del ahorro energético y de elevar el nivel de vida del pueblo”. A fin de presionar a los deudores, las bodegas donde se adquieren los productos de la cartilla de racionamiento exhibían las listas de los “consumidores morosos” que aún no habían comenzado los pagos, se difundía que en los centros de trabajo se descontarían de los salarios de los trabajadores los correspondientes plazos y hasta se sancionaría a los militantes del partido comunista que no hubiesen cumplido regularmente sus pagos.

Ahora, sumergidos en la mayor crisis socioeconómica que recordamos los cubanos, ya no se habla de dicha deuda ni se menciona a los morosos, como si de repente todos los deudores hubiesen liquidado la cuenta pendiente.  ¿O será que, con medio siglo de retraso, los hacendados han descubierto súbitamente que en realidad somos nosotros los acreedores?

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