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domingo, 14 de agosto de 2011

Pablo Milanes visto por Montaner

Pablo Milanés entre el empujón y el abrazo

Carlos Alberto Montaner | Miami | 15-08-2011 - 1:01 am.

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.

'Lo que la dictadura de los Castro secretamente desea es que se
prohíba el concierto.'

Me parece muy bien que Pablo Milanés cante en Miami y en donde quiera
que exista un público que desee escucharlo. Eso forma parte del
ejercicio de la libertad de expresión inexistente en Cuba. Tampoco
censuro que quienes no estén de acuerdo con su presencia en los
escenarios floridanos se manifiesten pacíficamente, como establece la
ley o, simplemente, decidan no acudir.

Pablo Milanés. (TIMBA.COM)

Las protestas cívicas espontáneas de la sociedad civil son síntomas de
que la democracia, la diversidad y la tolerancia viven y colean. En
cambio, los actos de repudio organizados por la policía política, como
ocurre en la Isla (como el que sufrió Mike Porcell, por ejemplo,
orquestado por sus excompañeros de la Nueva Trova), trufados de
violencia y de injurias contra personas indefensas, son demostraciones
repugnantes de la intransigencia de una dictadura de matones que
impone sus ideas por medio de la fuerza y la intimidación.

Pablo Milanés, en una entrevista aparecida en El Nuevo Herald, asegura
que es un revolucionario de izquierda que desea perfeccionar el muy
defectuoso socialismo, dotándolo de un espíritu de inclusión y
tolerancia que acepte otras voces y le dé cabida a la libertad. De esa
conversación con el periódico se trasluce que no es un esbirro ciego
al servicio de la opresión, sino un simpatizante crítico y condicional
del régimen. No es la primera vez, por cierto, que en entrevistas
realizadas fuera de Cuba el cantautor se ha quejado de los excesos
represivos del castrismo y de la cúpula dirigente.

Magnífico. Esa posición es contraria al comunismo de mano dura que hoy
preconiza Raúl Castro como antes hizo su hermano Fidel. Objetivamente,
aunque no de una manera explícita, porque no se atreve, o porque
supone que no puede, Pablo Milanés respalda el derecho de las las
Damas de Blanco a protestar sin ser reprimidas o de Oscar Elías Biscet
y Oswaldo Payá —entre otros buenos cubanos— a organizar grupos
políticos que le disputen al Partido Comunista la representación de la
sociedad y la forma de organizar el Estado. Eso forma parte del
espíritu de tolerancia.

En lo personal, me gustan las canciones de amor de Pablo, pero las
políticas me resultan indignas de su talento (Canción por la unidad
latinoamericana, por ejemplo, me parece un untuoso adefesio). A veces
olvida que las canciones políticas son válidas para protestar contra
las injusticias, pero no para aplaudir a quienes las perpetran. Alabar
a un tirano y dedicarle canciones es propio de cortesanos obsequiosos,
no de artistas independientes que se respetan. Ni siquiera es
aceptable que John Lennon le hubiera escrito una canción de apoyo al
Primer Ministro británico o a la reina de los ingleses, aunque se
trate de funcionarios de una democracia acreditada. Como admiro a
Pablo, siento vergüenza ajena cuando escucho algunas de sus
composiciones. Supongo que es muy incómodo cantar de rodillas y me da
pena por él.

No obstante, celebro ciertas críticas a la dictadura de los Castro que
Milanés ha hecho a lo largo de los últimos años. Ahí ha mostrado
coraje y espina dorsal. Negarse a firmar la carta contra los 75
demócratas encarcelados durante la primavera del 2003 fue un acto
encomiable al que no se atrevieron otros artistas como Silvio
Rodríguez o Amaury Pérez. Pablo ha sido duro y claro contra la
gerontocracia comunista y contra la falta de pluralismo. Esas
críticas, muy divulgadas en el exterior, han tenido un indudable valor
político, y probablemente han estimulado a otros reformistas a "salir
del armario". Estoy seguro de que sus palabras representaban el sentir
de un sector mayoritario de los comunistas cubanos.

Sin embargo, haber formado parte de la Asamblea Nacional del Poder
Popular en calidad de diputado durante cinco años, aunque nunca
asistió a las reuniones (lo que revela la insignificancia de esa
institución), avalando con su bien ganado prestigio de artista los
atropellos del régimen, sin haber levantado la voz dentro de Cuba una
sola vez para defender a las víctimas de la tiranía o para quejarse de
la opresión, es un hecho de su pasado político del que seguramente no
se sentirá orgulloso, especialmente tratándose de alguien que pasó
dieciocho meses en los campos de trabajo forzado de la UMAP en los
años 60.

Pudo ser de otra manera. Pudo ser más enérgico. Al fin y al cabo,
otros famosos cantautores radicados en Cuba, como Carlos Varela o
Pedro Luis Ferrer, aunque no se han sumado a la oposición, se han
negado de plano a servir al régimen y han escrito e interpretado
canciones críticas, mientras algunos valientes, como Gorky, que hasta
ha pasado por las cárceles políticas, o Los Aldeanos, han tenido el
valor de colocarse pública y notoriamente frente a la dictadura, como
ha contado Yoani Sánchez en sus excelentes textos.

Sé que Ojalá es una canción de Silvio y no de Pablo, pero ojalá,
cuando cante en Miami, que Milanés dedique unas canciones a la memoria
de grandes artistas como Ernesto Lecuona, Celia Cruz u Olga Guillot,
que murieron sin poder regresar a su patria.

Ojalá que públicamente pida que los escenarios de la Isla se abran sin
condiciones para exiliados como Paquito D'Rivera, Gloria Estefan,
Willy Chirino, Arturo Sandoval, Mike Porcell, Luisa María Güell,
Marisela Verena, Carlos Gómez y tantos otros valiosos artistas.

Ojalá que tenga la hidalguía de recordar a Gorky, a Los Aldeanos y a
todos esos músicos que viven dentro de Cuba acosados por la policía
política y alejados por la fuerza de su público natural.

En todo caso, haga lo que haga el día de su concierto, es conveniente
que cante en Miami entre los exiliados y las víctimas de la tiranía
que deseen escucharlo. Quienes queremos el fin de la dictadura cubana
y el establecimiento de un régimen plural y democrático en el que se
respeten los derechos humanos, cometeríamos un error estratégico si
hoy no le tendemos la mano a Milanés dentro del mejor espíritu de
cordialidad cívica. Queremos una Cuba en la que quepan todos y se
respete a todos, independientemente de los detalles que nos separen.

Lo que la dictadura de los Castro secretamente desea es que se prohíba
el concierto, o que las manifestaciones de oposición sean tan
estridentes como las que ellos orquestan, para transmitirles a sus
huestes el mensaje de que no son posibles la reforma política, ni la
ampliación de los márgenes de participación de la sociedad cubana, ni
la tolerancia o aceptación de quienes se oponen al régimen comunista,
simplemente porque se trata de opciones excluyentes con las que no es
posible ninguna clase de entendimiento.

Nunca debe olvidarse esta paradójica premisa política: lo que
desmoraliza y desconcierta a los totalitarios no es el empujón, sino
el abrazo.

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