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miércoles, 9 de marzo de 2016

Castro alerta a sus esclavos en #Venezuela. El final es verdadero - Yusnaby Post

Cooperantes cubanos en Venezuela: recoge albañil que se acabó la mezcla… - Yusnaby Post



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO



Hace días trascendió que el Gobierno cubano ya insinúa medidas para comenzar a retirar paulatinamente a sus colaboradores en Venezuela
durante los próximos meses. Es obvio que semejante repliegue sólo puede
obedecer al convencimiento absoluto de la satrapía de La Habana sobre
la inminencia del fin del gobierno de Nicolás Maduro. De momento se irán
retirando los colaboradores de las ramas menos lucrativas, en los
terrenos de la educación, la industria y los deportes, y seguramente
hasta los últimos momentos de la agonía no retirarán a los profesionales
de la salud, su carta de triunfo.

Durante los últimos tres
lustros ambos pueblos hemos sido testigos y víctimas de la mayor y más
escandalosa megaoperación internacional de lavado de dinero en la
historia latinoamericana. Hugo Chávez sabía muy bien que no podía
pararse simplemente frente al pueblo venezolano –incluida por supuesto
su oposición– para decir algo al estilo de “…entendamos que a la
dictadura cubana le es tan inherente su carácter represivo como su
inoperancia económica y por eso jamás levantará cabeza, ayudémosle a la
pobrecita…”, o algo como “…el régimen de Fidel Castro tiene la clave
infalible para la prosperidad de su pueblo pero hay que tener paciencia,
financiémosle con unos cuantos de miles de millones anuales”. Ambas
medias naranjas sabían sobradamente que algo así era entonces, como lo
continúa siendo hoy, ética y financieramente insostenible.

Sin
atreverse a semejante lance, ni siquiera durante su momento de mayor
apoyo, se vio Chávez obligado a diseñar junto a la parte cubana una
manera de subvencionar el ingente parasitismo de La Habana. Se decanta
por gravedad que ya aquel Fidel Castro desesperado por financiamiento
externo desde el desplome de Europa del este había encontrado a su
cómplice ideal. Las condiciones estaban creadas, pasó lo que tenía que
pasar y se disparó la moledora de millones: Hugo aportó los
petrodólares, tan fáciles durante aquella época de bonanza de precios, y
Fidel las decenas de miles de médicos que mantenía semiesclavos bajo la
opresión de un salario indigente. La Habana ofreció además asesoría a
la carta en métodos de adoctrinamiento masivo y espionaje, así como en
los más avanzados, sutiles y pérfidos métodos de represión y
contrainsurgencia de ideas, exquisiteces de una eficacia hartamente
probada en Cuba durante cuatro décadas con un éxito casi absoluto.

Se
puso a cocinar la sopa y ya el resto es historia conocida. Tal vez
nunca sepamos con certeza cuánta riqueza malversaron ambas dictaduras a
lo largo de todos estos años de “cooperación internacionalista”. Ese
enorme caudal se desvió de su cauce natural para sostener al engendro
cubano de los Castro, se expropió en detrimento de su único destinatario
justo, el tesoro público venezolano, para fomentar a la más larga
dictadura del hemisferio. De toda esa millonada se ha cebado la
gerontocracia de la isla para mantenerse en el poder en contra de la
voluntad de mi pueblo, y también se han llenado las arcas secretas de
los corruptos “bolivarianos”.

Pero ahora que amenaza en serio con
acabarse la mezcla se nos ha puesto inquieto el albañil. De repente se
les acaba el juego y la camaleónica dictadura cubana se verá obligada a
recoger a sus legiones de cooperantes y uno se pregunta si de repente la
“ética internacionalista” dejará de tener sentido sólo porque dejen de
fluir desde Caracas unos cuantos miles de millones. ¿Dónde quedaría el
elevado mensaje de altruismo y “ayuda desinteresada” entre pueblos
hermanos? ¿Acaso bajo la nueva circunstancia política ya los venezolanos
trocarían su condición de seres humanos urgidos de atención médica para
convertirse en el enemigo ideológico que no meritaría ya de nuestra
“desinteresada ayuda”? ¿Acaso para el Gobierno de Raúl Castro ya la
población venezolana no sería meritoria de nuestra “solidaridad
internacionalista” sólo porque un giro político así lo determina?

Algunos
analistas han apuntado incluso que la llegada al poder de algunos
candidatos de la actual oposición venezolana pudiera no conllevar
necesariamente una exigencia automática de salida de los colaboradores
médicos cubanos –al menos así lo aseguró públicamente Henrique Capriles–
pues, al menos de momento, el nuevo gobierno no estaría en condiciones
de afrontar el agudo déficit de atención médica que eso generaría.
Renunciar de la noche a la mañana a la atención asumida por decenas de
miles de profesionales cubanos, incluso con sus pros y sus contras,
crearía un problema agudo de difícil resolución para un gobierno que
además tendría ante sí el descomunal reto de emprender una profundísima
reestructuración socioeconómica, encomiable empresa que podría demorar
virtualmente una década considerando la magnitud del desastre chavista.

Por
lo tanto sería incluso prudente ofrecer a los profesionales cubanos
alguna alternativa para que quien así lo desee continúe por algún tiempo
ofreciendo sus servicios en tierra venezolana, pero ahora por supuesto
bajo otras reglas de juego. A partir de ese momento se pagaría su
salario directamente al trabajador, sin intermediación del gobierno
cubano, algo que sería una exigencia absoluta del nuevo gobierno
venezolano –con seguridad en este punto sería irreductible– lo cual
jamás sería aceptado por la parte cubana, acostumbrada a robarle al
trabajador cuatro quintas partes de su salario.

Sería entonces
cuando mostraría sus garras el tigre. Todo aquel profesional que opte
por quedarse sería víctima de las más inmisericordes represalias de la
dictadura cubana: perdería automáticamente todo el dinero depositado
hasta ese momento en una cuenta congelada en bancos de La Habana,
pasaría a formar parte de la lista negra de traidores y desertores de
aquella “gloriosa” robolución, y no volvería a ver a sus hijos durante
la siguiente década –o tal vez mientras no sucumba la dictadura en la
isla.

En fin, podemos pronosticar con un alto margen de seguridad
que la presencia de mis colegas en tierras de Bolívar será aceptada por
el régimen de La Habana sólo mientras sea fuente de millones de dólares,
pero jamás cedería la bestia su jugoso bocado sólo movida por la
romántica idea de ayudar desinteresadamente a nadie. Sólo espero que
para justificar la retirada masiva de este personal no se esgrima
motivos de seguridad, no al menos el mismo gobierno que les exigió
continuar trabajando en medio de las guarimbas y disturbios de
principios de 2014.

No dudo, sin embargo, que en su cinismo el
Gobierno cubano intente negociar nuevos términos con el futuro gobierno
venezolano; de hecho tal vez explora ya entre la candidatura opositora
estados de opinión más o menos proclives que potencialmente le permitan
continuar su juego, esta vez en plan de aliados con los otrora “enemigos
fascistas” del pueblo venezolano. Esto sería un gesto de desesperación
que no descarto, porque después de todo si algo le sobra es desfachatez y
falta de escrúpulos. Pero algo sí dudo muchísimo: que bajo las nuevas
circunstancias la dirección de aquel país ceda en cualquier punto que
implique el ingreso de un solo centavo a la dictadura cubana. Esto es
algo que sí puede darse por sentado. Millones de razones tendría para
ello.

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