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viernes, 7 de octubre de 2016

Baracoa, ante el reto . De los demás Poblado No se sabe nada. #Matthew

Baracoa, ante el reto de volver a levantarse tras el paso de Matthew



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO




Baracoa, ante el reto de volver a levantarse tras el paso de Matthew

























Un apesadumbrado Cristóbal Colón observa el caos que
emerge con los primeros rayos del sol en Baracoa. La escultura del
navegante que se erige a pocos metros del mar muestra las marcas de
haberse enfrentado a los vientos huracanados de Matthew
durante la noche de este martes. Ha resistido a esta nueva y angustiosa
travesía, pero la ciudad que se despliega ante sus ojos no puede decir
lo mismo.
La gente sale a las calles con la mirada
llorosa y la desesperanza a flor de piel. Una vecina se pone las manos
en la cabeza mientras mira lo que quedó de su modesta vivienda a unos
200 metros del mar. " Mi´jo, esto me va a llevar
toda la vida volverlo a levantar", dice la mujer a los pocos residentes
del lugar que se han atrevido a acercarse a estas horas de la mañana.
El suelo de Baracoa está cubierto de ramas, al malecón le faltan trozos
que han ido a parar a varios metros del lugar, el techo del telecentro
Primada Visión ha salido volando en varias partes y las tejas de metal
cubren las calles. Los cables eléctricos están caídos y muchos enredados
en las columnas de las casas que una vez estuvieron en pie.
Unos pocos hurgan aquí y allá para rescatar trozos de madera, clavos y
tejas que le permitan reconstruir el techo que perdieron. Los habitantes
de la zona han aprendido desde siempre que las ayudas estatales a los
damnificados tardan demasiado, están permeadas por el desvío de recursos
y muchas veces no alcanzan para todos. Por el momento, tratan de
arreglárselas como puedan.
"Si no reparten alimentos
pronto, no sé qué va a pasar", se queja un joven que ha improvisado una
vara con un gancho de metal en la punta con la que escarba entre los
despojos en busca de "tablas para tapar el cuartico". Cuenta que tiene
dos hijos pequeños que están albergados junto con su mujer en una
escuela cercana, pero que él no quiso irse. "No podía dejar la casa
sola, alguien tenía que quedarse para cuidar el refrigerador".
Los habitantes de la zona han aprendido desde siempre que las ayudas
estatales a los damnificados tardan demasiado, están permeadas por el
desvío de recursos y muchas veces no alcanzan para todos


El parque central es una secuencia de
árboles caídos, como soldados muertos en una batalla contra las ráfagas
del huracán que superaron los 220 kilómetros por hora. Los almacenes de
medicamentos de El Turey también perdieron parte de la cobertura y
hasta las viviendas que estaban en construcción han visto caerse las
pocas paredes que con tanto esfuerzo habían levantado sus propietarios.
Para los baracoenses esta ha sido la noche más larga que recuerdan.
Muchos se atrincheraron en sus casas con unas pocas latas de conserva y
galletas para resistir la embestida de Matthew. Las altas olas taparon
el malecón desde la tarde y en la zona costera pocos se atrevieron a
quedarse en sus viviendas por temor a que el mar, además de llevarse
todas sus pertenencias, acabara también con sus vidas.
Los más empecinados no quisieron moverse de sus hogares y en medio de
los fuertes vientos los bomberos tuvieron que rescatar a varias familias
atrapadas en derrumbes parciales.
Las cifras
oficiales aseguran que 749 viviendas han sido afectadas por las
inundaciones, decenas de ellas quedaron destruidas totalmente o de
ma­nera parcial. Más de 38.000 personas fueron evacuadas, la mayoría de
ellas en casas de familiares y amigos.
El legendario
hotel La Rusa perdió el techo y parte de su estructura está seriamente
dañada. El emblemático alojamiento se ve esta mañana como una ruina que a
duras penas se mantiene en pie. También el hotel El Castillo ha sufrido
daños en su estructura a causa del embate de los vientos.
Despedirse de los pocos objetos que tienen los habitantes de esta pobre
ciudad ha sido muy difícil para muchos. A los albergues apenas se puede
ir con lo puesto y la gente se preocupa por el colchón que dejó a
merced de las lluvias y los posibles ladrones, esos pícaros que se
aprovechan hasta de los desastres naturales.
Cuando
cayó el sol, no se veían ni las manos. Como un pueblo fantasma, Baracoa
se quedó en penumbras, atravesada por los aullidos del viento y sin
conexión con el resto de la Isla. Los teléfonos se cortaron, el fluido
eléctrico dejó de funcionar y los rezos se elevaron para que todo pasara
"rápido y sin muertos".
Hace solo dos meses los
baracoenses celebraban el 505 aniversario de la fundación de su villa
primada. Hoy, están ante el reto de volverla a levantar.

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