BALCON AL CARIBE Headline Animator

La Hora en Cuba

Da Click en los Anuncios para Ayudar al Mtto de este Blog. Gracias

Marti por siempre!!

Marti por siempre!!
Marti por siempre!

martes, 18 de octubre de 2016

Más sobre Baracoa la realidad del castrismoy #Matthew que no quiere abandonar la isla

Montañas de Baracoa en el nuevo paisaje mediático

MAYKEL GONZÁLEZ VIVERO | Baracoa | 18 de Octubre de 2016

Pese a las distracciones gráficas que algunos agitan —banderitas, escarapelas, fotos de grupo, selfies en el mirador—, en Baracoa solo hubo una inconveniencia política, un crimen: la detención de una decena de periodistas. Lo demás no hay que atenderlo ni juzgarlo; es viñeta, no historia.

Todo se hizo según la lógica de la misma censura, pero con recursos extremos: calabozo, incomunicación, arresto domiciliario, carro-jaula. El incidente se recordará por su desbordamiento. Estrenó Baracoa, cuando nadie esperaba el exceso, la violencia policial contra los jóvenes periodistas, los medios emergentes, las nuevas fórmulas que experimenta una zona de la prensa cubana en su necesidad de rozar la agenda pública. Baracoa, "la primera en el tiempo", también nos concedió esta primicia de una nueva fase en la estrategia para silenciar a medios y autores que hasta ahora gozaban de una tolerancia aparente, de una calma apenas interrumpida por algún consejo, por alguna advertencia.

Ninguno de los detenidos era un agitador. La ciudad estaba agitada por sus propios conflictos y fuimos a documentarlos. Sentíamos —tengo la convicción de este plural— la necesidad de contar mejor, hasta prolijamente, las circunstancias de la gente de Baracoa bajo Matthew. Me consta —podrá corroborarlo la policía si oye con paciencia las horas de grabación que confiscó—, cómo la gente recibió a un periodista, ávida de contar sus peripecias en el mejor estilo baracoense. Si juzgan con paciencia las decenas de fotos que no publicaré, advertirán el parentesco con las imágenes aparecidas en la prensa oficial. No hice fotos aéreas, eso sí. Mucho close-up encuadré durante los dos días que conseguí trabajar. La ciudad del viernes, la ciudad del sábado, hacía fuego para cocinar en las calles, dormía a la vista de sus desnudas soleras.

A mí me arrestaron con la grabadora encendida. Iba con la laptop bajo el brazo, a darle carga en una panadería recién reabierta. Me detuvieron mientras conversaba con la presidenta de un CDR y un niño me contaba que Raúl Castro pasó rodeado de militares, camino del Turey o Mabujabo, y les dijo adiós.

La Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) publicó un editorial agresivo tras el incidente. No se refirió a los arrestos, como si no tuviera afiliados entre los detenidos. Hilvanó la justificación de la violencia, las razones del calabozo, sin aludir al hecho mismo. Granma, con la misma inspiración, barajó apuntes de su discurso, pontificó sin decir bien de qué, otra vez evitó a la opinión pública cubana el compromiso de enterarse. Ni una historia ad hoc pudieron contar, pues la viñeta se les da mejor.

Si el gremio periodístico obrara con autonomía, la violencia de Baracoa catalizaría el debate sobre la ley de prensa en Cuba. Periodismo de Barrio es, en la práctica, una cooperativa. Y al que le guste más andar de judío errante o no tenga otro remedio que salir solo, como yo, le toca su parte de legitimidad. De cualquier modo, y precisamente porque nada hay regulado, la policía de Baracoa tanteó, caviló, acabó inventándose falsos delitos, al menos para mí. Esta es la dimensión del crimen de Baracoa contra la libertad de expresión: hay que apelar a un delito que no existe, hay que usar la disuasión de las rejas, hay que imponer la incomunicación al preso y a sus lectores; la dimensión inverosímil.

Algunos han hablado de Estado de excepción. Si lo hubo, es inconstitucional. No se decretó como corresponde ni se hizo público. Tampoco ningún código jurídico respetable consiente que la situación límite justifique las violaciones de derechos humanos. Reconozco que mi experiencia era patética, enajenada de la vida carcelaria. Cuba vive en excepción permanente con respecto a sus facultades para fabricar enemigos públicos.

Las detenciones de Baracoa —consigo distanciarme un poco de mi propio cuerpo en el calabozo y va aclarándoseme el contexto—, se relacionan con la campaña de los últimos meses contra medios emergentes, periodistas autónomos, y sus discursos incluso serenos, razonados, moderadamente críticos. Discursos que a veces parecen de bocado puesto, contenidos por hábiles estrategias para evitar la confrontación franca. No obstante, acaso estas detenciones masivas solo pudieron ocurrir allí, donde aún no llegan con la fuerza de Matthew las fórmulas periodísticas que ya trastornan el paisaje mediático cubano.


HURACÁN MATTHEW

Matthew, la revolución, la solidaridad, el altruismo...

PABLO PASCUAL MÉNDEZ PIÑA | La Habana | 18 de Octubre de 2016

Hace tiempo maté la curiosidad por conocer a Baracoa. Recuerdo que antes de llegar elucubré una vetusta ciudad detenida en el tiempo; con una playa de arenas finas, palmeras arqueadas y tupida floresta.

Pero sufrí una brutal decepción.  Encontré un litoral de guijarros, seguido de un  breve malecón, un bar y un jardín arbóreo, donde una cruz de madera y una tarja revelaba que el almirante Cristóbal Colón desembarcó en la playa de Porto Santo el 28 de octubre de 1492, sitial adonde declaró: "Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos han visto".

Quedé estupefacto, porque según los cálculos, los manuscritos y las bitácoras, Bariay es el lugar del descubrimiento. Sin embargo, sondear entre los pobladores la autenticidad  del afanado desembarco, fue divertido, al escuchar cómo se burlaban y preguntaban con risotadas: "¿quién es ese tipo?", en referencia al descubridor de América. Igualmente descifraron que la panorámica que estimuló al Almirante a pronunciar  tal aseveración "fue una india en cueros", puesto que el paisaje estaba de truco.

Anduve y desanduve la humilde villa, plagada de casas con cubiertas de tejas criollas, francesas y hasta de guano, que coronaban fachadas de tablas o mamposterías.  En una plazoleta descubrí un busto del cacique Hatuey —idéntico al logo de la cerveza— cuya postura parecía desafiar con  fiereza a los conquistadores.

Lo más impresionante de Baracoa fue el carácter de su gente: nobles, dicharacheros y jodedores, como el de todos los guantanameros que tuve la dicha de conocer a lo largo de mi recorrido por la provincia más oriental de Cuba.

A través del  televisor —hará  poco más de una semana— presté atención a las imágenes, donde los alegres y bonachones habitantes de la "Ciudad Primada" deambulaban como fantasmas con la incertidumbre dibujada en sus rostros, después que la furia del huracán Matthew demoliera sus casas.

Entre tanta calamidad, la buena noticia fue que no hubo pérdidas de vidas humanas, gracias a las precauciones tomadas por los órganos territoriales de la Defensa Civil. 

La solidaridad de otras provincias se hizo patente con brigadas de linieros, soldados, constructores y otros trabajadores que han reparado una parte significativa de los cuantiosos daños. Restableciendo, en alto porcentaje los servicios energéticos, agua potable, viales y telefonía.

Raúl Castro visitó las regiones afectadas y estrechó las manos de algunos vecinos que vitoreaban y proclamaban "que la revolución no los abandonaría". El Programa Mundial de Alimentos (PMA) hizo una importante donación, al igual que la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Varios días después, Matthew,  Baracoa, Maisí, Imias, Yateras y San Antonio Sur dejaron de ser comidilla para la prensa oficial y el sistema informativo de la televisión cubana. Continuar divulgando los reclamos de los vecinos "de no ser abandonados por la revolución" resonaba discordante y cansón.

Para qué tanto recordatorio —comentarían desde arriba— después que el Estado condonó el 50% de los costos de los materiales de construcción, que los empobrecidos damnificados tendrán que adquirirle al propio Gobierno para reparar sus casas.

No obstante, los seguidores del serial que ambicionan conocer lo que ocurrirá en la segunda temporada. Tendrán que preguntarle a los santiagueros por qué, a cuatro años de los embates del ciclón Sandy, muchos de ellos no han logrado recuperar el techo y las pérdidas materiales que sufrieron.

Algo significativo, tirado a mondongo por los medios, fue la donación de un millón de dólares para los damnificados haitianos, hecha por el astro jamaicano Usain Bolt. Gesto solidario que en Cuba, no ha tenido repercusiones y, mucho menos tentativas de copiar y pegar.

Silvio Rodríguez,  Buena Fe, Omara Portuondo, Eliades Ochoa, Buena Vista Social Club, Vicente Feliú, Kcho, Miguel Barnet, Abel Prieto, Eusebio Leal, Paulito FG, Haila, X Alfonso, Habana de Primera, Los Van Van, Elito Revé y su Charangón, Antonio Castro Soto del Valle, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas y agreguen los que faltan. Son el inventario de artistas y personalidades que en los protestódromos o en cualquier evento antimperialista son capaces de tragarse un tractor de frente y escupirlo en piezas defendiendo la revolución. Pero en esta jugada, se pasaron con fichas ante el sufrimiento de las víctimas del huracán Matthew.

"Si revolución", como sentenció Fidel Castro, "es desinterés, solidaridad, altruismo, heroísmo" (y todo lo que venga detrás) por qué estos tacaños de campeonato no levantan el bloqueo brutal a sus billeteras, tarjetas de créditos y cuentas bancarias, para ayudar a esta pobre gente. 

Tampoco me extrañará que en el recodo del malecón baracoense, donde permaneció por muchos años la cruz, el monolito y la tarja —quizás ya destruidos por la furia de Matthew— algún día hallaremos otra inscripción exponiendo una verdad histórica: "En esta playa de Porto Santo, la revolución nos abandonó".



No hay comentarios:


Buscar en este blog