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sábado, 22 de abril de 2017

Díganos, general Castro, ¿cuál es el plan B? se nos cae #Venezuela

Díganos, general, ¿cuál es el plan B?



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO







La Venezuela del "socialismo del siglo XXI" se tambalea y
amenaza con desplomarse. Cuándo caerá exactamente es solo cuestión de
tiempo. De no mucho tiempo, tal vez. Y como la crisis económica y
política del país se le ha ido de las manos al Gobierno, el presidente,
Nicolás Maduro, en otra demostración irrefutable de su proverbial
sagacidad y aconsejado por sus mentores de La Habana, ha optado por el
camino más coherente con la naturaleza del régimen: aumentar la
represión y "armar al pueblo".
Semejante estrategia
no puede terminar bien, en especial cuando a los miles de manifestantes
callejeros no solo les motiva la defensa de la democracia, sino la
renuencia a aceptar la imposición de una pobreza obligada como presente y
futuro para una nación que debería ser una de las más ricas del
planeta. Ningún venezolano decente aceptará la imposición de la
dictadura de estilo castrista que se pretende colar en su país.
Así, la "madurofobia" se ha tornado viral, la gente se ha lanzado a las
calles y aseguran que van a mantenerse en pie de protestas hasta que se
cumplan sus reclamos, que implican el retorno del país al hilo
constitucional, a la legalidad, al Estado de derecho: lo que equivale a
decir, sin Maduro.


.........continua


Ahora bien, si es cierto que las pésimas decisiones del Ejecutivo
venezolano son orientadas y dirigidas desde el Palacio de la Revolución
de La Habana, las intenciones de la cúpula cubana resultan, cuando
menos, muy sospechosas. Tales recomendaciones de la alta dirección de la
Isla estarían conduciendo al chavomadurismo directamente a un abismo y a
Venezuela al mayor desbarajuste.



Tan extraño proceder, sumado a la significativa ausencia de Raúl Castro a
la reciente reunión política del ALBA que tuvo lugar en La Habana como
muestra de apoyo al Gobierno venezolano, a la renuencia de las
autoridades a acusar directamente al Gobierno estadounidense por las
expresiones populares de rechazo al régimen de Nicolás Maduro tanto
dentro como fuera de Venezuela, al sospechoso silencio o minimización de
los hechos que mantiene la prensa oficial cubana sobre lo que acontece
en Venezuela, y a los inusualmente contenidos pronunciamientos de
condena "a la derecha golpista regional" –que en todo caso han partido
fundamentalmente desde las organizaciones políticas y de masas y otras
ONG del Gobierno cubano, y no muy directamente de éste–, solo podemos
especular sobre la posible existencia de secretas segundas intenciones
por la parte cubana.



Sería pueril asumir que el Gobierno cubano desconoce la magnitud de la
crisis de su aliado sudamericano, habida cuenta que –según ha
trascendido por testimonios de fuentes autorizadas en diversos medios a
lo largo de los años– tanto el ejército como los cuerpos represivos y de
inteligencia venezolanos están ampliamente penetrados por agentes de
Castro, de manera que cabe suponer que los estrategas políticos del
régimen tengan alguna idea de solución, al menos en lo que concierne a
Cuba.



Los antecedentes que tenemos los cubanos son nefastos.
No es prudente olvidar que quien ocupa hoy en la Isla el poder es el
mismo sujeto que estaba al mando de las Fuerzas Armadas cuando miles de
cubanos fueron enviados a combatir (y a morir) en Angola, Etiopía,
Nicaragua, Bolivia y otros remotos puntos de la geografía mundial. Fidel
Castro, que nunca estuvo en una verdadera guerra, era quien disponía
–al menos de iure, que no de facto
sobre las acciones del ejército cubano cuando en 1983 se ordenó a los
trabajadores civiles que participaban en la construcción de un
aeropuerto en la isla de Granada que resistieran a los marines de EE UU
durante la invasión a ese pequeño país del Caribe.

Cuando se habla de ganancias del castrismo suele pensarse en términos de
dinero. Sin embargo, las cosechas de mártires inocentes siempre le han
traído valiosos réditos políticos y le han permitido un respiro temporal
al régimen cubano. Ahora, cuando los años de gloria de la "revolución"
han pasado, cuando solo unos pocos ingenuos creen en el discurso de los
jerarcas verdeolivo y los sentimientos predominantes de los cubanos son
el desencanto, la apatía y la incertidumbre, y cuando el propio "modelo
socialista" es apenas un triste compendio de fracasos y una promesa de
miseria infinita, no sería de extrañar que la castrocracia
esté considerando la posibilidad de alimentar su capital moral a costa
del sacrificio de los indefensos profesionales que prestan servicios en
Venezuela.

Sería particularmente fácil para el Gobierno aprovecharse de varias
decenas de médicos y técnicos cubanos –los números no resultan
importantes para la cúpula gubernamental, en tanto los muertos los ponga
el pueblo– que resulten víctimas de la violencia "de los apátridas
vendidos al imperio" en Venezuela, para tratar de encender alguna chispa
del cuasi marchito sentimiento nacionalista y patriotero de los cubanos
y ganar algo de tiempo, que ha sido la principal meta de la cúpula del
poder en Cuba en los últimos años.

De cualquier modo, y ya que la estrategia de cosechar
víctimas ha sido muchas veces aplicada con éxito, quizás los caciques
estén considerando la posibilidad de sacar esa ventaja del naufragio del
bajel castrochavista. Así de retorcidos son. Tampoco resultaría una
sorpresa que la propia narcoélite de Miraflores y los suyos hayan
pactado con los mandamases cubanos un escape hacia La Habana en caso de
que les resulte imposible conservar el cetro.
Por el
momento, es un hecho que el culebrón cubano-venezolano está viviendo por
estos días una escalada verdaderamente dramática y nadie sabe cuál será
el desenlace. Pero en medio de tanta incertidumbre una cosa parece
irrefutable: lo que se juega actualmente en Venezuela no es sólo el
futuro de esa nación, sino el rumbo al que se encaminarán los próximos
pasos del régimen cubano que, más allá de las adversidades de Nicolás
Maduro y sus compinches, continúa siendo el dueño absoluto de los
destinos de la Isla. Así, pues, díganos, General Castro, ¿cuál es el
plan B?




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